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revista contra el pensamiento único

Txapelas en la niebla

¡Ridículos!

¡Ridículos!

Me transmiten la información, de primera mano, de que en el batzoki de Amézola han recibido la orden de prohibir el visionado de los partidos que dispute la selección española de fútbol durante la Eurocopa de este año. Y no es de extrañar.

 

No he contrastado la información, perdónenme el atrevimiento, pero, si esto es así, y no tengo motivos para dudar de su veracidad., se me ocurren muchos adjetivos de esta actitud hacia todo lo español, todo lo que representa a España y en contra de España misma y los españoles. Sin embargo, en esta ocasión sólo emplearé el de ridículo.

 

La estrategia nacionalista hace tiempo que ya llegó a la calle, a los bares y a los hogares: borrar, no ocultar, todo lo que pueda significar España.

 

Hay que impedir que el vasquito de a pie descubra que es un españolito más. Y que el País Vasco es una región de España, desde tiempo inmemorial.

 

Por eso, hay que ocultar hasta los detalles. Y el fútbol es uno de ellos, además uno que puede hacer recordar a las personas de bien, que hubo un día en que existía un país llamado España, cuyos habitantes se llamaban españoles y que ellos formaban parte de aquel país.

 

Para bien o para mal, siempre se ha dicho que el fútbol levanta pasiones. Pues entre los nacionalistas también, sólo que, en este caso, son otro tipo de pasiones más irracionales, viscerales, radicales y de odio. Y, que no se me olvide, ridículas.

 

Me lo oirán decir muchas veces: el nacionalismo en general y el vasco en particular es ridículo y produciría risa, si no fuera porque el nacionalismo vasco ha causado la muerte de más de ochocientos seres humanos.

 

De nuevo, se demuestra que la txapela nubla y ofusca el entendimiento.

 

Iturrimingo

 

A vueltas con la dichosa camiseta.

A vueltas con la dichosa camiseta.

 La imagen, que he encontrado por casualidad en la red, muestra a uno de los participantes al Primer Open de La Rioja de Scalextric que se celebró a comienzos de septiembre de 2006 en Logroño.

 

 No pasaría de una simple anécdota si no fuera por la camiseta, la cual este joven es muy libre de vestirla.

 

 Para el que no esté muy al corriente de la nueva moda vasca, se trata de una prenda en cuyo centro se puede ver a modo de escudo la bandera vasca, o ikurriña, con el lema Euskal Herria.

 

 Podríamos hablar de lo que La Rioja puede representar en la psique de los nacionalistas vascos, pero ese sería objeto de otro artículo el cual lo dejaremos para más adelante. En esta ocasión sólo nos referimos a la camiseta en sí, la cual podría pasar inadvertida para alguien que no viva en al País Vasco, pero esta camiseta es más que una simple prenda; se trata de un símbolo que visten numerosos jóvenes vascos, sobre todo, del entorno nacionalista. Es también una declaración de intenciones y una manera de reclamar la creación de selecciones deportivas propias, como, por ejemplo la de fútbol.

 

 Así mismo es un modo de distinguirse de maketos o coreanos y de mostrar al resto de los conciudadanos que se puede ser más papista que el Papa.

 

 Por supuesto que todos los que visten camisetas de este tipo, muchos hijos de castellanos, extremeños, andaluces y gallegos que emigraron al País Vasco a ganarse el pan, son libres para hacerlo. Faltaría más.

 

 Sin embargo, no quiero ni imaginarme qué le sucedería a un ciudadano si vistiera una camiseta de la selección española de fútbol, no sólo en el Goiherri guipuzcoano, sino en cualquier otra localidad del País Vasco. Podría hacerlo, es libre para hacerlo, pero, sinceramente, no debería por las consecuencias que le podría acarrear tal hecho.

 

 En el País Vasco no existe la libertad como podría entenderse en cualquier otro lugar del mundo. La libertad en Euskadi sólo pueden disfrutarla, y con limitaciones, todos aquellos que dicen ser nacionalistas y que, además, lo demuestran. Esta situación está consentida por el gobierno nacionalista vasco, no se discute ni por socialistas ni comunistas y está vigilada y tutelada por los señores terroristas.

 Da asco tener que ir por el mundo y encontrarse con camisetas de este tipo. Bastante tenemos que aguantar el pensamiento único nacionalista en el País Vasco, para todavía tener que soportarlo cuando nos vamos de vacaciones por ahí y tratamos de vivir y disfrutar durante unas pocas semanas de la sensación que produce la Libertad. 

  Y que no haya nadie que le diga cuatro cosas a este chico. Lo cual, tampoco tendría por qué suceder. La libertad también les ampara a ellos para que vistan cómo y lo que deseen. La libertad... es la libertad. Y como diría aquel filósofo, podría matar por defender mis ideas frente a ti, pero moriría porque tú tuvieras libertad para poder defender tus ideas aún sabiendo que son contrarias a las mías.  

 Pero pretender que tomen buena nota los nacionalistas de lo que realmente es la libertad es una ingenuidad. Porque la txapela les afecta al sentido común.

 Iturrimingo

 

Hipotética hipótesis en la HAURRESKOLA.

Hipotética hipótesis en la HAURRESKOLA.

 Sesión inicial de padres previa a la apertura de una Haurreskola -Escuela Infantil- en un municipio del Gran Bilbao. Una de las cuidadoras, profesoras, encargadas, educadoras, andereños o como quieran denominarse comienza la sesión hablando en euskera. En cierto momento, alguien pide, por favor, que hablen en español porque no entiende el vascuence, a lo que se le unen varias peticiones similares. La mujer y el resto de compañeras se miran con extrañeza y resulven preguntar a los asistentes, en vascuence, quién sabe esta lengua, para, de ese modo, continuar la conversación. De entre los allí reunidos sólo un hombre alza la mano y responde: nik -yo-. Por lo que la responsable se ve obligada a continuar la sesión hablando en español, la cual discurrió con total normalidad.

 Podrían apuntarse varias cosas de lo anteriormente relatado. Sin embargo, sólo deseo resaltar un par de asuntos.

 Inicialmente, debo explicar que una Haurreskola o Escuela Infantil, realmente es una guardería; pero como esta expresión atenta contra el Pensamiento Único oficialmente no debe emplearse. Este tipo de centros, por lo que tengo entendido, los promueve el gobierno vasco; o sea, que pone la pasta y los ayuntamientos donde se establecen, corren con la infraestructura: locales, su acondicionamiento, etc.

 De lo acontecido en aquella sesión, cabe destacar que, si por la empleadas hubiese sido, no habrían dado las buenas tardes ni en español. Y que si la mayoría asistentes hubiera sido vascófona, me temo que no habrían puesto los medios para hacerse entender por el resto. Espero, equivocarme.

 Y para finalizar, y continuando con las hipótesis, propongo la siguiente cuestión:

 La aplastante mayoría de niños y niñas que asisten a esta escuela infantil, donde reciben la educación únicamente en euskera, tienen como lengua materna el castellano. En las haurreskolak no se ofrece ni la posiblidad del bilingüismo; o lo que es lo mismo: educar en español y vascuence. Entonces, ¿cómo obraría el gobierno vasco si todos los padres y madres de esos niños decidieran solicitar a las autoridades educativas de la comunidad autónoma vasca que la educación de sus hijos se llevara a cabo única y exclusivamente en español?.

 Yo tengo mi propia respuesta sobre esta cuestión. ¿Y, usted?.

 Ciertamente aquella reunión tuvo lugar y sucedió tal y como aquí he relatado. No es una invención para darme pie a formular la pregunta. Y, si me permiten el consejo, no se ciñan muy fuerte la txapela para responderse, porque les puede nublar el entendimiento y su respuesta podría no ser objetiva. Y si no me creen, hagan la prueba.

Iturrimingo

 

Inmersión lingüística (o lo que se le hurta a la infancia).

Atónito, escucho en la radio el testimonio de dos personas que me merecen una total confianza tanto por su valía intelectual como moral, en un tema tan importante como el de la inmersión lingüística en el País Vasco.

La primera persona comentó que cierta famosa periodista televisiva le confesó que recibió a un grupo de niños y niñas estudiantes de una ikastola durante una visita que realizaron a las instalaciones de su canal de televisión. Aquellos estudiantes visitaban Madrid y entre la agenda estaba planeada la visita de este canal. Una vez realizada la visita les consultó a los jóvenes su opinión sobre lo visto y se quedó extrañada de que no le respondieran. Volvió a preguntarles sin que ninguno se atreviera a responder.

 

Entonces, el profesor tomó la palabra y le respondió a la periodista que aquellos colegiales no comprendían bien el español y que, tal vez, si hablara más despacio podrían entenderla.

El segundo es un testimonio directo de lo sucedido durante la espera de una avión en el aeropuerto de París. Esta persona coincidió con un matrimonio vasco y su hijijto e hijita. Se entabló una conversación y cuando esta persona, a la que le apasionan los niños, se dirigió a ellos para preguntarles sus nombres y decirles alguna cosa, como la que habitualmente se dice a los niños, aquellos se le quedaron mirando con sus infantiles ojos y con la boca cerrada. El padre de los niños le dijo que sus hijos no hablaban ni una sola palabra de español.

En palabras de estas dos personas, estos testimonios demuestran que la política lingüista que están llevando a cabo las autoridades educativas del País Vasco, a parte de su inconstitucionalidad, demuestran tener muy poco aprecio por la infancia, porque a estos niños se les está hurtando su derecho a aprender y comunicarse en una de las lengua más habladas del mundo y se les obliga a tener que aprenderla de adulto. Medio mundo aprende español, no por interés o amor a la cultura hispana o a lo español, sino porque es una lengua de comunicación planetario junto con el inglés. Aquí, en cambio, no parece entenderse. Y todo se reduce a decir que el español es un idioma imperialista, de una potencia opresora que afixia y ahoga al idioma y cultura vascos.

Ójala estos niños no se ciñan tan fuerte la txapela como sus mayores. Y que se den cuenta que no puede jugarse con su futuro de esta manera. Porque podría darse el caso de que alguno de estos niños y niñas tuviera que salir del País Vasco para trabajar y que encontrara trabajo en Alicante, por poner un ejemplo. Y, claro si no supiera español, tal vez tendría que comunicarse en inglés. Resutaría grotesco que un vasco tuviera que usar el inglés para comunicarse con sus compañeros alicantinos y viceversa.

Lo dicho. Que estos rapaces y rapazas no se aprienten mucho la txapela, porque de todos es sabido que la txapela nubla el entendimiento.

  Iturrimingo.

 

 

La lengua como obstáculo

La lengua como obstáculo

El niño quería jugar con aquel grupo de niños y niñas que frente a su bungalow corrían, brincaban y chillaban. No había otros niños de su edad en el camping y le resultaba un poco aburrido no tener con quien jugar. Sin embargo, el niño no se atrevía a interrumpir sus juegos y preguntarles si podía jugar con ellos, no porque sintiera vergüenza, sino porque no entendía la lengua en la que hablaban.  

 Su padre que le veía cariacontecido le preguntó lo que le pasaba y el niño le respondió que como no conocía la lengua de aquellos niños, no podía jugar con ellos. El padre, enternecido por la respuesta de su hijo, le comentó algo al oído y comprobó que en la cabaña de enfrente, se hallaba sentado el que parecía ser uno de los padres de algún niño o niña del grupo de muchachos que jugaban bullicosamente. Cómo él sí sabía en qué lengua se comunicaban, gracias a su fonética, resolvió iniciar una conversación con aquel hombre al respecto de aquel idioma.

- Oye, lo que hablan estos chicos es euskera, ¿verdad?.

- Sí. En efecto -respondió el otro, mientras los niños y niñas dejaban de jugar-.

- Ya me lo imaginaba. Es que... mira. Mi hijo -y le señaló con la mano izquierda, mientras que con la otra apretaba su pequeño hombro- quiere jugar con los tuyos, pero me dice que no puede, porque no entiende lo que dicen. Nosotros somos de Barcelona, ¿sabes?. Y yo le he dicho que él también habla un idioma que ellos no entienden: el catalán.

 Dicho esto, la conversación continuó con unos ligeros retazos de familia entre uno y otro padre, mientras los niños que habíán estado jugando miraban a uno y otro hombre mientras hablaban, como si de un partido de tenis se tratara.

 Finalmente, la charla concluyó, el primer padre entró en su bungalow, el otro permaneció sentado y los niños retornaron a sus juegos vociferando palabras y expresiones en vascuence. En cambio, el otro niño allí quedó, bajo el dintel de la puerta, mirando apenado los juegos de los niños en los que él finalmente no participaría.

 Yo fuí testigo de aquel suceso. Yo estuve allí y pude comprobrar como el segundo padre, guipuzcoano para más señas, no quiso darse darse por aludido. Yo quedé horrorizado al comprobar que aquel hombre no fue capaz de pedir, ni a sus hijos, que jugaran con aquel otro niño que les miraba embobado y deseoso de hacer lo que todos los niños desean: jugar. Y, yo, constato, que la lengua fue el obstáculo que impidió que aquel niño jugara con los otros. Porque, qué menos que decirles que emplearan una lengua franca para el juego, una lengua que conocíamos todos los allí presentes -adultos y niños-: el español.

 Los niños, son niños, y como tales no tienen prejuicios para jugar con unos o con otros. Niños de todas las razas, nacionalidades, culturas y lenguas son capaces de convivir y jugar sin ningún tipo de problema. Las lenguas no son barreras para la comunicación entre infantes. Aunque algunos mayores están empeñados en que así sea.

 Y es que, como ya se ha citado alguna vez en este blog, la txapela nubla el entendimiento; pero, tal vez, en este caso, también el sombrero payés tenga algo de culpa.

Iturrimingo

 
 

Si España no existe, Euskal Herria, tampoco.

Si España no existe, Euskal Herria, tampoco.

 Imaginen la situación: dos jovencitos de 18 o 19 años -no más-, vestidos a la moda batasun-proetarra; estudiantes salidos de una ikastola, que no saben hablar ni euskeranto, ni español; dos representantes de la inconformista y beligerante juventud vasca que viajan en un autobús desde Bilbao a Burgos por la autopista y que cuando cruzan la línea entre Euskadi y Castilla, allí en Miranda de Ebro, dicen alarmados "...hemos cruzado la muga; estamos en territorio comanche", lo cual sirve para que uno de los dos sentencie acerca de España que "... nunca ha existido" y que lo único cierto es que la península ibérica estaba compuesta por "... reinos que siempre han luchado entre sí", y se quedó tan ancho el mutil.

No es momento de argumentar en contra de semejante tontería; la cual no es más que la repetición, como un lorito, de lo que les han enseñado aviesamente en la ikastola.  Por eso, y tomando su afirmación por correcta y empleando su mismo argumento, a aquel jovenzuelo se le podría preguntar acerca de las encarnizadas luchas banderizas entre gamboínos y oñacinos durante los siglos XIV y XV, en las que se dispuntaron el poder los partidarios de uno y otro bando, en una espantosa guerra civil en la que como siempre, se desangraba el campesino, el labrador y el pastor, entre otros. Y qué decir de la guerra entre agramonteses y beamontes en Navarra -ambos, aliados de los otros dos bandos, respectivamente-; otra guerra civil para disputarse el poder. 

Con estos datos, se le podría asegurar a este jovencito que el pueblo vasco nunca ha existido, porque, sencillamente, siempre ha estado dándose candela, no sólo en la Edad Media, si no también en el siglo XIX, si nos fijamos en lo acontecido en las Guerras Carlistas.

Estos datos se le debieron olvidar, o tal vez los pasó por alto la andereño en clase. Y es que la txapela nubla el entendimiento.

Iturrimingo