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revista contra el pensamiento único

Tomemos unas cervecitas en paz

Tomemos unas cervecitas en paz

Me acerqué hasta el barrio de San Antonio en el municipio vizcaino de Etxebarri para disfrutar de las fiestas que allí se celebran, como no puede ser de otro modo, en junio coincidiendo con la festividad del santo. 

Para el que no conozca este lugar, se trata de un barrio joven de gentes muy sencillas que poblaron ilegalmente esa zona alta de Etxebarri para servir de mano de obra cuando abajo, en la vega, instalaron varias factorías de industria pesada. Con sus propias manos desbrozaron el lugar, lo allanaron, levantaron las primeras casas, acondicionaron el sitio lo mejor que pudieron y, además, edificaron ellos mismos la iglesia. En los últimos años, desde la zona de abajo, hasta San Antonio, se han ido construyendo a lo largo de la carretera en cuesta que une ambas zonas del municipio edificios de moderna factura; lo que ha ayudado a que Etxebarri sea un lugar muy cotizado a la hora de buscar piso.  

No he comentado antes que la población de San Antonio, en su mayor parte, proviene de otros lugares de España y tienen como lengua materna el español. Y ahora se le han unido gentes de otras culturas y países diferentes.  

Como cito al comienzo del artículo fui a las fiesta de ese barrio, suelo ir todos los años, porque es un lugar en el que las fiestas no están politizadas, de momento. Para el que no vive en el País Vasco este hecho puede no tener relevancia alguna, pero para los ciudadanos de este territorio que no comulgamos con las ideas nacionalistas, ir a un lugar como éste, creedme, es un descanso para cuerpo, mente y, sobretodo, alma. 

Da gusto acercarse a los bares a tomar algo y sentir esa cercanía de la gente que te trata como si fueras uno más del barrio. Es refrescante el hecho de no ver ningún puñetero cartel de apoyo a los presos de ETA, ni a favor de esta banda de asesinos. Y alegra y robustece respirar aire no enrarecido por la ideología política más corrompida: el nacionalismo. Y, sinceramente, esto debe joder mucho al Partido Nacionalista Vasco y a toda la banda de txistularis batasunos, porque en un panel municipal vi un cartelito que me hizo augurar malos tiempos para San Antonio de Etxebarri.

El cartelito se las traía... aparecía una fotografía de Julio Ibarra, conocidísimo presentador del Teleberri (informativo de la televisión público-nacionalista vasca), tío majete, guapetón, con cara de bueno... una especie de Matías Prats a lo eusssshhhhhkaldun. Parece ser que este señor iba a dar una conferencia en San Antonio cuyo título era de lo más siniestro. Creo recordar que decía algo como “No sabemos euskera, ¿cómo podemos ayudar a nuestros hijos a conocerlo?”.  

Como si no conocer el euskera batua –el vascuence normalizado... el inventado- fuera  un problema. Parece que estás diciendo: “Somos alcohólicos, ¿cómo podemos evitar que nuestros hijos también lo sean?.” 

Por mucho que se esfuercen los nacionalistas en enviar a personajes conocidos, que puedan parecer creíbles a primera vista, para convencer a los habitantes de San Antonio de que tienen un problema, me parece a mí que el problema lo tienen ellos. 

Hombre... aunque bien mirado, parte de razón tienen. Porque en un futuro eshtado vashco todos aquellos que no seamos eusssshhhhhkaldunes lo llevaremos muy mal; sobre todo, ahora que pintan bastos para la democracia y que los terroristas están más cerca de crear su dictadura de izquierdas.  

Espero y deseo que el ambiente en San Antonio de Etxebarri no se contamine por culpa del nacionalismo estreñido vasco y que pueda seguir tomándome unos kalimotxos en las txoznas del parque sin tener que taparme las narices por el problema de mal olor político de ciertos individuos.  

El nacionalismo ya a puesto el ojo sobre ese barrio. Al final sólo podré irme de fiesta a Ampuero. Porque si me quedara en casa, tendría que soportar el  careto del Julito Ibarra en la tele. En otra ocasión os hablaré de este “ciudadano vashco”, ejemplo de veracidad informativa, que acaba de cambiar de curro: ahora será la cara amable del metro de Bilbao. El caso es cobrar de las entidades públicas.

Cada vez que recuerdo lo que le escuché de sus labios la semana pasada en Radio Euskadi... ¡me hierve la sangre!.

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