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revista contra el pensamiento único

VÉRTIGO

VÉRTIGO

 El domingo sentí vértigo. No miré hacia abajo desde un lugar elevado. Sencillamente vi a mi párvulo hijo jugar con uno de aquellos juegos de agua de la marca Geyper que en la década de los años setenta del pasado siglo tuvieron tanto éxito y tuve vértigo. Porque aquel juego de agua, uno de bolitas parecido al de la imagen, no era un juego de agua sin más. Se trataba del mismo juego de agua con el que yo pasaba largos ratos cuando era un niño en casa de mis primos, hace la friolera de más de treinta años.

 

 Jamás hubiera podido imaginar en aquellos remotos días, cada vez que le daba al pulsador para elevar las bolitas de colores y tratar de introducirlas en los huequillos, que en el futuro mi hijo haría lo mismo con aquel juego. Le había perdido la pista, ni creía que existía todavía. Y allí estaba, de color azul con sus bolitas de colores, sobre aquella estantería, esperando a que mi hijo disfrutara con él durante unos momentos.

 

 Hay quien afirma, y no sin razón, que el transcurrir del tiempo es subjetivo: para unos discurre tan rápido que parece volar y para otros el tiempo pasa lenta y pesadamente. Es difícil de explicar, pero yo tuve la sensación de que el pasado y el presente se unían en un instante... en el instante en que mi hijo comenzaba a pulsar el botón. Recordé un momento de mi infancia en la habitación de mis primos haciendo que subieran y bajaran las bolitas y, de repente, ¡pof!. Se acababa de producir un hecho asombroso: un salto en el tiempo; Treinta años no habían sucedido jamás. Fue entonces cuando sentí vértigo.

 

 Tiempo y Destino, a veces, parecen aliarse para burlarse de los seres humanos. Aunque, en esta ocasión me lo tomo como una bonita broma con la que he disfrutado mucho.

 

 Tengo la sensación de haber vivido algo sobrenatural, porque un viaje en el tiempo no se vive habitualmente. Sin embargo, os prevengo de que produce vértigo.

 Aquí un amigo

 

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